Las horas son ilusiones
en esas cosas redondas
que llamamos relojes.
Sus agujas siempre giran
marcando el compás del tiento
que intentamos atrapar en ellos.
En algunas paredes, en bolsillos,
en las muñecas como determinando
las acciones que emprendemos.
Los relojes son artilugios
que nos hacen sentirnos dueños
de algo que no poseemos.
Una mera sensación en el cuerpo,
una digresión del pensamiento
que nos trae aquellos eventos.
Pero es que no podemos ver todo,
como realmente pasa, al mismo tiempo;
todo es un instante donde pasa todo.
Lo de antes, lo de ahora, lo futuro,
son caras del mismo raro universo
en sus átomos superpuestos.
Somos un instante y sólo eso;
un destello en el vacío inmenso
que se expande como el viento.
Dios sabe que no comprendemos
que ya está todo escrito en los albures
disímiles que llamamos destino.
Por eso nos da el entendimiento;
la medida que le ponemos nosotros
no es más que una muestra
de que somos imperfectos.
domingo, 18 de enero de 2009
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