Perdí la calma
de los días lejanos,
de un tiempo pasado
sin haberlo notado.
La sonrisa pura
por este mueca oscura,
ser ermitaño cotidiano
como mi triste legado.
Aprendí a ser nulo
en casi todas sus maneras,
mantener una apariencia
que de a poco se quiebra.
A no llamarte nunca
e imaginarte taciturna
como el mero reflejo
de horas difusas.
Y así se borra la vida,
pasa el tiempo apenas
en un instante dormido
al arrullo de quimeras.
Nada puedo tampoco
más que sólo enojarme,
he sido siempre culpable
de todas mis penas.
viernes, 20 de septiembre de 2019
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