Te conocí sin buscarlo,
cuestiones del destino
que cruzaron nuestros caminos
una maravillosa tarde.
Inmediatamente me sentí amigo
de estas ganas de encontrarte,
de hablar de lo que sea
con tal de poder visitarte.
Llenarme el alma de la dulzura
de tu personalidad amable,
el corazón de aquella sensación
de sentir el mundo más habitable.
Tener primaveras constantes
aunque el invierno arrecie
con su muerte de rosas
y de desnudos árboles.
Porque, aunque ahora no sepa
donde poder hallarte,
le has dado a mi vida
una esperanza constante.
Una razón verdadera
a todas las estrellas que nacen
de aquella, tu afable presencia,
en mis días para recordarte.
martes, 15 de abril de 2008
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