Esperaba la luna
esa noche mínima,
parado en esa esquina
donde se cruzan siempre
la casualidad y la vida.
Una estrella cualquiera
que tal vez me conocía,
me susurraba a lo lejos
algo que no comprendía,
un mensaje, una cita.
Un poema anónimo
que el aire desde arriba
dejaba caer en mis manos
para que se haga armonía
en los poemas escasos
que acaso poseía.
Por eso me fui sereno
con esa luz encendida
en el alma que brillaba
con la mirada misma
del brillante paisaje
que amanecía.
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