Una rosa se resigna
a morir lentamente en un lugar
que ella no eligió en su vida.
Un oscuro rincón, una oficina,
en un triste jarrón pequeño
que apenas agua le brinda.
Sus pétalos de a poco se secan,
tras la leve luz que deja pasar
una artística cortina.
Ella es un detalle de decoración.
un poco de vida en un espacio
donde se destaca su armonía.
Pero son pocos días de soledad,
de la indiferencia de quienes
por ese espacio transitan.
Su aroma se desvanece en vano,
su belleza es apenas un atisbo
de naturaleza que se olvida.
Un milagro que nadie admira,
salvo la dulce chica que limpia
y sueña con campos eternos
de rosas sin espinas.
sábado, 7 de noviembre de 2009
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