No digas adiós cuando te vayas,
deja que el silencio culmine
este tiempo donde me acompañas.
Que así se quede luego el universo,
en el más hondo silencio que haya
para escuchar tu voz muy lejana.
Para no morir en la agonía
de recordar tantas palabras,
arrepentirse por lo dicho,
añorar lo que se calla.
Caminar como adormecido
por los espacios infinitos
que quedan sin tu mirada,
sin tu sonrisa, sin nada.
No morir como las hojas
que caen desde las secas ramas
hasta el suelo que las reclama.
Hasta lo profundo del abismo
donde sólo estamos nosotros mismos
llorando nuestra nostalgia.
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