Y apareces en medio
de esta tormenta fría,
cuando ya mis manos
cansadas de la vida
cerraba sobre sí mismas.
Morían las ilusiones
guardadas en los cajones
junto con los recuerdos,
ese conjunto de emociones
olvidadas, de color ocre.
No miraba a la cara
a quien me preguntaba
que rara cosa me pasaba
me perdía las dulces galas
de la luna en noches doradas.
Ni pisaba las hojas secas
para disfrutar de su sonido,
esa felicidad como de niño
hace mucho se había ido
tal vez en un suspiro.
Y ahí siempre te vestías
de luces con tu sonrisa,
de amor en el aroma
de las rosas místicas
que hermosa lucías.
No te veía, pues no sabía
que para amar primero debía
dejar atrás el duro pasado
acaso como una enseñanza,
conocer la sabiduría.
Siempre he sido necio,
por eso una y otra vez caía
en esa oscura y simple rutina
de destruirme como podía
encerrado en la melancolía.
No dependen de ti mis días,
no pienso cargarte con eso,
prefiero contemplar a lo lejos
como caminas hasta la esquina
de todos mis soñados anhelos.
Me has rescatado sin saberlo,
me has hecho conocer el cielo
de observarte vestir el tiempo
del color de tus ojos y todo
ahora tiene ese consuelo.
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