nadie me recordaría,
nadie alguna vez
mi nombre diría.
No pido lágrimas,
quizás una sonrisa,
una memoria eterna
en un bello prisma.
Una frase impresa
en alguna placa digna
tapada por el tiempo
entre ramas caídas.
Una hora especifica
de los venideros días
para ser un fantasma
de memorias activas.
Una página amarilla
de un libro de poesías;
quien sabe, en el futuro,
sean palabras benditas.
Si somos lo que queda
en el espacio muy vacío
de historias perdidas
en un tiempo sombrío.
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