Todos tenemos prisiones
tanto del cuerpo como del alma.
algunas son sutiles y no vemos
que entre sus paredes nos atrapan.
Volamos como aves inocentes
dentro de enormes jaulas,
pero en algún momento
nos topamos con rejas amargas.
Velamos nuestros sueños
como la noche al alba,
esperando un sol enorme,
principio de un día que estalla.
Y tenemos todos los colores,
la luz que borra las tinieblas;
las flores esparcen su aroma
en el aire que lejos lo lleva.
Quizás en esos momentos
la libertad se haga nuestra,
como nuestras son las ilusiones,
algunas palabras, algunas letras.
El cuerpo es nuestra cárcel,
la prisión de nuestra esencia,
pero sin cuerpo seríamos fantasmas,
meros espectros de mirada negra.
Sin mis frágiles manos
no hubiera podido escribir este poema
aunque, prisionero de mi lenguaje, apenas
logre que pocos alguna vez comprendan
que tuve un pensamiento libre
como lo son algunas estrellas.
lunes, 17 de noviembre de 2008
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