bajó hasta mi casa,
desvaneció la nada,
dejó muy claro verdades
en la negación vedadas.
Abrió puertas secretas,
de par en par las ventanas
para que circule el aire
cual ráfaga renovadora
de todo lo que quedaba.
Reabrió páginas antiguas,
las de un libro trágico
donde todo lo escrito pasa
a ser parte de cada historia
de quienes la habitaron.
Estábamos ahí presentes
siendo algo de ese todo,
como parte indeleble
de lo que el tiempo
necio había ocultado.
A la luz de ese día
donde todo se movía
como las leves manecillas
de un reloj confundido
entre presente y pasado.
Bajo esa luz misma
adiós ambos nos dijimos,
y acaso fue necesario,
para caer por la pendiente
de ese oscuro abismo.