no escatimo palabras,
aunque a veces me faltan,
se niegan, se esconden,
se quedan calladas.
Escribo siempre,
cuando quiero y puedo,
aunque me gane el silencio
que es a veces mejor poeta
de lo que yo puedo.
Al menos un destello,
como un rayo del cielo,
cae de repente y nacen
algunos ligeros versos
con poemas nuevos.
Por no eso no paro
porque me visita el milagro
de poder tener esa dicha
mágica de casi todos los días
de expresar de alguna manera
el universo de una sonrisa.
En un pétalo de rosa
de cae despacio, flotando,
a una mesa fría cual tumba:
naturaleza muerta hermosa,
sombra de una perdida vida.
En las noches las estrellas
desde muy lejos me dictan
canciones tan maravillosas
que no alcanza lo mediocre
de mis remedos poéticos
para darle justa medida.
Pero eso no importa,
salvo seguir con el juego
de poder un solo instante
conectarme con un alto ego
que es poeta, sabio, mendigo,
acaso también soberbio.
Pues quien escribe sabe
que crear de la nada misma
o de un todo dentro nuestro
nos eleva, nos ilumina,
con un cálido fuego
que llamamos vida.
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