Suelo ser sombra
en la pared caída,
penumbra sin vida
de la noche misma.
Palabra repetida,
sin sentido, ni carisma,
en diccionarios viejos
de alguna estantería.
Lista de fracasos,
de inútiles rutinas,
de noches y días
sin dicha ni poesía.
También, a veces,
un milagro me dignifica,
se eleva el pensamiento
y exige para si la tinta.
Versos, narraciones,
alguna breve melodía
llegan de no sé donde
cual luz divina.
Un instante,
apenas unos segundos,
me bastan para ser parte
de un universo profundo.
Soy el remanente
del estado de conciencia
donde comprendo todo
el mundo que me rodea.
Y en unos torpes versos
intento da debida cuenta,
vanamente, lo reconozco,
pero aquí no hay ciencia.
Soy el reflejo lejano
de una realidad diversa,
otra parte más digna
de una alegría ajena.
Por eso no claudican
mis ansias, ni poesía,
pues acaso allá arriba
posea alguna certeza.
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