Esa luz suave,
lejana, delicada,
es una estrella
de otra galaxia.
Hermosa, extraña,
cual dulce quimera,
se presenta sincera
con algo de magia.
Brilla, parpadea
en noches etéreas,
se esconde plena
en algunas laderas.
Me ha dicho su nombre
en un raro tono morse,
ese lenguaje extraño
de seres muy nobles.
La llevo en las manos,
en cada palabra,
en cada sonrisa,
cada mirada.
No sé si habita
en mi propia alma
o es un destello
de eras lejanas.
La siento mía
quizás con arrogancia,
pero se siente propio
todo lo que se ama.
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