Renuncié a verte,
al pasado, al tiempo,
al futuro mismo,
a tenerte.
Siquiera conocerte,
apenas poder verte,
escuchar esa voz,
misterio latente.
A saber tu nombre,
conocer los colores,
la melodía hermosa
del furor naciente.
Y es mejor así,
mejor dejarte lejos,
donde no llege nunca
a buscarte la muerte.
No es mala la suerte,
ni existe eso del olvido,
simplemente no digo
esas cosas que hieren.
Me quedo dormido
en los sueños divinos,
en las ilusiones leves
de amores perdidos.
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