No pude retener el tiempo,
se me escaparon los años
de las manos como los sueños;
no sé como he llegado ahora
a este momento extraño.
Donde el silencio es eterno,
las palabras salen sobrando,
no quedan excusas ni pretextos,
no queda más que el pensamiento,
ya todo se ha terminado.
La noche es un pretexto
para recordar el pasado,
llevarlo en brazos despacio
pues es algo muy delicado
y podemos estropearlo.
El aire parece agotarse
con todo eso que declama;
un suspiro nos alcanza,
nos eleva bien alto el alma
hasta la misma alborada.
No creo ser más sabio,
pero si al menos más viejo,
si hubiera mejor aprovechado
los consejos que me daba el viento
entre las ramas de árboles añejos.
Hubiera sido acaso todo distinto,
no sé, digo, puede que sea nuevo
el estadio de este raro universo,
de estos intentos fracasados
de ser feliz, poeta y amado.
Lo cierto es que ahora es “ahora”;
no hay futuro alguno ni presagios,
ni estrellas cuales leves faros
en el cielo que sigue quien camina
buscando un dulce amparo.
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