No veo que llegues
en la noche ni en el día;
no bajas del cielo ni subes
siquiera del mismo infierno
para hacerme compañía.
No purificas el pasado
con los recuerdos que decías
ibas a dejar en mis manos
cual tesoro en la vida.
Ni la luna sabe poemas,
ni las estrellas por ti brillan;
el ocaso es apenas un rato
donde el sol termina el día
colmado de esas mentiras.
Pero me aferro fuerte
al mástil quebrado en pedazos
del barco que se hunde pronto,
un océano de fantasías.
Prefiero saberte mágica,
con la luz en tus labios,
un beso de felicidad eterna
para colmar toda la tierra
de lo que tanto extraño.
Es mejor ser el poeta
de un notable espacio,
repleto de flores y cometas
y no de muerte y espanto.
miércoles, 15 de abril de 2020
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