Somos los lectores de historias
encerradas en páginas amarillas
redactadas por unos locos poetas
que se atreven a ese abismo,
científicos de lo incierto.
Adornamos todas esas palabras
con armonías y ese sentimiento
de que el antes queda tan lejos
que jamás ahí regresaremos
salvo dioses y héroes de hierro.
De que el futuro es un misterio
que puede ser muy malo o bueno
según el variable estado de ánimo
de todos aquellos que simulan
no ser personajes muy necios.
Nos paramos en altas tarimas
para que todos nos vean arriba
y sientan que somos, en definitiva,
la suma misma del intelecto,
que todo lo sabemos.
Mentimos con tanta armonía,
con tanta gracia y gallardía
que hasta nos creemos al oírnos
cantar esos antiguos versos
de autores de polvo y viento.
Pues somos la oscura sombra
de esa tan extraña sabiduría
que tal vez nunca sepamos
si es real o un invento raro,
negamos el conocimiento.
Seres cuales espectros
atrapados en una espiral de tiempo,
una eternidad hecha de sortilegios,
de creencias y simples palabras
base de lo que sabemos.
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