Una gota cae sin sentido
desde una nube muy alta,
el cielo se hace inmenso
en su cristalino horizonte
de brumosa nostalgia.
El viento frio la eleva,
quiere impedir que caiga,
pero el destino está escrito
así para todos las gotas
que deciden su marcha.
Ve pasar la luna silente
con su luz de cuerpo celeste,
pálida e indiferente siempre
para lo que no comprende,
no sabe de gotas silvestres.
Pues ella pequeña y sola
de repente ve las enormes olas
de los océanos fríos y gigantes
que estruendosos y arrogantes
la llaman a sus profundidades.
Le pide auxilio el viento amigo
para que la lleve lejos del hastío,
de ese caladero tan sombrío
donde se perdería su esencia
al ser más de lo mismo.
La lleva suavemente consigo
el viento triste en su abrigo
de manos tibias y caricias
para que ella al fin vea
esas hermosas praderas.
Ser parte de ellas un poco,
apenas unos instantes perdidos
de los cuales nadie nota nunca,
ni comprende el milagro
hermoso que ha sucedido.
miércoles, 23 de septiembre de 2020
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