No tengo fuerzas,
ni argumentos valederos
para evitar que te vayas.
Me quedo resignado
mirando por la ventana
pasar la vida cotidiana.
Cargado de recuerdos,
de lo que pudo ser
y no fue nada.
Inmóvil, como siempre,
como si fuera una estatua
de esas olvidadas.
No menciono tu nombre;
ni la luna dice donde vives,
donde te irás mañana.
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