Llega el frío;
no sé de donde proviene,
quizás del sur, como siempre,
o de lo alto del cielo.
Como un golpe el viento
en mis ventanas aburridas,
parece que tienen vida
al moverse sus cortinas.
No las cierro, no quiero,
que se ventilen los cuartos
de esta casa siempre vacía,
donde viven fantasmas.
Soy una sombra que se desliza
entre un tiempo que ya no existe,
la brisa que llega a tocarme
me mantiene aún despierto.
Acaso ya nada quede
más que este silencio agreste,
esta sensación de morir un poco
entre amarillos papeles.
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