Estás en la brisa
del suspiro que contengo;
no es de hombres el llanto,
tampoco el sentimiento.
Ni la palabra quebrada,
ni el pobre lamento;
me queda el silencio,
es un vacío que llevo.
Como un abismo
donde todo se precipita,
donde siempre terminan
algunas de mis agonías.
Una brisa muy fría
ahora roza mis mejillas;
sonrío en las mañanas
de invierno bendecidas.
Así mi alma partida
resiste un poco todavía;
nadie debe saber acaso
que muero día a día.
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