Hubiera sido bueno
haber nacido en la era
donde nada fue dicho.
Donde todo fue nuevo;
el amor un horizonte
inmenso, infinito.
Las palabras frescas
caerían leves, sutiles,
como gotas de rocío.
La luna sería pequeña
en las noches nuevas
de sueños peregrinos.
El alma tan pura
que empañaría su brillo
a soles recién nacidos.
Todo sorprendería
cada ocaso, cada estrella,
cada mirada y suspiro.
Los deseos, esperanzas,
serían la única causa
para mantenerse vivo.
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