No hay soledad en la nada,
ni compañía, ni sonrisas,
tampoco eternas agonías.
Sólo la pertinaz rutina
en la sumatoria de días
que transcurren deprisa.
No extraño la dicha
pues en verdad desconozco
esa sensación en mi vida.
Ni la nieve infinita
en esas extrañas colinas
donde todo se purifica.
Tampoco tu mirada
en las penumbras dormidas
del sol que me ofrecías.
s.
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