No suelo estar
en ninguno de esos lugares,
soy como la sombra que parte
en la noche triste, sin nadie.
Como el invierno leve
que llega sin avisar siquiera
y que nunca nadie espera
como a la primavera.
A veces una luz serena
acaricia mis manos apenas
con esa magistral sutileza
de las cosas perfectas.
De las maravillas esas
del pasado que jamás regresa;
mi temple es la dura agonía
de anhelar lo que nadie anhela.
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