De arena,
no de tierra,
somos arena.
En un reloj
de esos antiguos
caemos al abismo
que nos condena.
Cada grano
de nuestro cuerpo
es llevado por el viento
a playas perpetuas.
Nos golpean olas
siempre de problemas
pero mansos resistimos,
esperamos la marea.
Cantamos en el desierto
al rodar por las laderas
de dunas inmensas,
ciudades apenas.
Fuimos antes rocas
y ahora sus pedazos;
muchas partes pequeñas
es lo que queda.
Somos pequeños,
somos como un retazo,
la parte de un todo
que se ha quebrado.
De arena, somos eso,
diminutos sueños
de quien no despierta.
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