Sabes de sonrisas,
de dar abrazos,
de mirar hermoso,
de dar la mano.
De ser travieso,
de correr como loco
con los ojos cerrados,
como soñando.
De desear todo
lo que está vedado;
así conoces el mundo
de a poco, en retazos.
No tienes horas,
ni reglas oscuras,
ni límite alguno
para la aventura.
Por eso te sigo
como una sombra
para que nada te dañe,
para que seas luna.
Para que seas cielo
entre mis penumbras,
la cuota diaria de dicha,
ese espacio de ternura.
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