Estabas ahí
y no te veía;
en la llovizna,
en la brisa.
En el sol tímido
que asomaba
entre nubes
prístinas.
En el lejano
canto de las cigarras
llamando al verano
y sus largos días.
En el reflejo
de cada pensamiento,
en las hojas cerradas
de un libro incierto.
Estabas conmigo
y no supe verlo;
fui ciego siempre
para todo eso.
Torpe en la vida
sólo poseo olvidos,
posibilidades vanas
y desaciertos.
Años sin tiempo,
rutinas y silogismos
para justificar
mi universo.
Pero ahí estabas,
eras eso que brillaba
cada vez que miraba
el horizonte eterno.
Eras esa sensación
de tranquilidad siempre
cuando todo parecía
volverse un infierno.
Una pena que por necio,
por mirar donde no debo
te dejé ir sin saberlo,
desvanecida en lo eterno.
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