Se puede ser prisionero
de uno mismo a veces,
encerrarse de a poco
hasta perderse.
Hundirse en ese mundo
donde todo es ilusorio,
relacionarse con nada
de una manera sublime.
Entre muros muy altos
para treparlos siquiera
se queda ahí prisionera
la razón más certera.
Nadie se da cuenta
de que hay una barrera,
una muralla en el medio
de todas nuestras ideas.
Un universo privado
donde nada es lo que sea,
apenas un reflejo difuso
de temores y quimeras.
Así vamos chocando
contra mundos ajenos,
sumergidos profundo
muy dentro nuestro.
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