Son de fuego sus poemas,
la calidez de sus palabras
entibia el alma de quien lea.
A veces se hielan de repente,
se congela el mismo sentido
de las estrofas en un giro
de su ánimo aparente.
Otras tantas es oxímoron
de extraños sinónimos
en estructuras lógicas
con un nuevo sentido.
Por eso siempre me admiro
cuando en silencio leo
sus versos de hielo y fuego.
Se congela el sol mismo
ante ese magnífico frio
de la brisa del sur,
del abismo.
Se derriten los polos
ante el fuego pristino
de esa mirada dulce,
de oro encendido.
De todos esos signos
en su semiótica y ritmo
se crean universos nuevos
con sus porpios algoritmos.
Con su lógica absurda
para quienes no podemos
salir del esquema viejo
que hemos aprendido.
Por eso se congela el fuego
y es ardiente el hielo
de lo establecido.
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