Nadie muere,
sólo descansa,
del tiempo, nada;
la vida misma
es una metáfora.
Estamos todos
unidos en el alma,
en el reflejo eterno
de las memorias,
fotos guardadas.
Nadie extraña,
sólo se guarda
para sí las sonrisas,
todas las palabras,
toda la belleza
en una lágrima.
Estamos dormidos
en una dimensión rara,
en un espacio vacío
de sombras extrañas;
la luz es apenas
toda la esperanza.
La luna mortecina
cruza silente las cimas
de las altas montañas
hacia ese valle bendito
de felicidad cotidiana
donde se descansa.
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