a la noche misma,
al pasado ominoso
de las estrellas,
verás que cerca
estamos de la vida.
Son pocos los pasos
para ese milagro,
pero vamos acostumbrados
a ver apenas los finales
de todo lo que termina,
lo que se marchita.
La flor nace y muere
en su ciclo eterno de vida
o quizás sea la flor misma,
la misma flor cada día
que es eterna a su medida
única y desconocida.
Acaso el tiempo sea mentira,
el paso de los años, los siglos
sean apenas un sinsentido,
error de nuestras ideas
de lo que debe ser correcto
hermoso y hasta digno.
No comprendemos nada
de todo lo que conocimos,
para eso se necesita un alma
que tenga el brillo sublime
del sol más dulce y benigno
del universo peregrino.