permaneces callada,
eres la imagen misma
de la distancia.
Del frio silencio
que todo lo mata,
dejás espacios vacíos
de tristeza opaca.
Me miras indiferente
como siempre lo haces,
te miro también, sonrío,
y ya no existe el frio.
Ya no existen remedos
de toda esa amalgama
de mendicidad oscura
de apenas una mirada.
Será ese el secreto
el que me contabas
cada vez que te veía
así, como cansada.
De toda la vida
o de la jornada
de agobio constante,
de soledad cotidiana.
Bastaba no prejuzgarte,
bastaba saber mirarte
con los ojos luminosos
de quien te ama.
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