No busco el destino
si siempre me encuentra,
me persigue constante
con su extraña arenga.
Me empuja sin prisa
hacia oscuras sendas
de miradas perdidas,
horas inciertas.
Me agota, me cansa
esta rutina perversa
de ser víctima siempre
de mi existencia.
Pero no importa
si estás de mí cerca,
con tu mano en mi mano
dándome fuerzas.
Con la sonrisa grande
que da la experiencia
de saber que hay salidas,
hay puertas abiertas.
La esperanza me guía
en medio de la tormenta
hacía el arco iris enorme
de la felicidad venidera.
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