Veo afuera,
todo parece justo,
esa justicia pura
de la rutina misma.
Me escondo
tras las cortinas;
son mi escudo,
mi alternativa.
Los pocos niños
que se aventuran
corren por las calles
de la dulce ternura.
Una anciana sentada
los contempla muda
quizás recordando
sus nietos ausentes.
El sol indolente
baña los techos bajos
con su fuerte luz cálida,
de aves cantando.
La tarde de la siesta
se despierta despacio
mientras espero inerte
la noche con su remanso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario