A veces medito
y así me doy cuenta
que todo lo que escribo
tiene sus falencias.
Si así no fuera
serían mis letras
leídas por todos,
abrirían muchas puertas.
Pero parece
que no son llaves
las palabras mías,
son dilemas.
Simples esbozos
de una sesgada inteligencia,
sin mérito alguno, ninguno,
sólo cosas revueltas.
Pretendo dejar todo
del lado del olvido
y ser quien nunca
jamás he sido.
Ese poeta roto
en la nada perdido,
cuyos poemas hermosos
jamás han nacido.
No puedo terminar nunca
con este paradójico destino
de escribir cada tanto
versos sin sentido.
Se pierden en la nada
de la misma nada que han sido,
de esa falta de magia, de alma,
que parece tienen mis escritos.
Tengo la esperanza
muy remota, apenas iluminada,
de que quizás en alguna época
sean flores en la brisa solitaria.
Por lo pronto sólo son barreras
que impiden, alejan y cansan
a los pobres obligados lectores
que, por cortesía, se callan.
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