Ella no se cansa
de venir cada mañana
a despertarme suavemente
bajo la luz de su mirada.
Los días así comienzan
con una nostalgia extraña,
nunca estoy triste por ella
pero guardo una lágrima.
Las palabras se quiebran
en la brisa del sur que llega
con ese frío tan extraño
que alivia las tormentas.
Hablamos de todo un poco
entre suaves nubes, inciertas;
con su sonrisa me alienta
a una jornada más de espera.
Así pasa el tiempo, la vida;
son semanas, meses años
en los cuales lo cotidiano
tiene una magia serena.
Una luz lejana, perpetua,
poco a poco se vislumbra
en el horizonte inmenso
de todas las promesas.
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