El verano llega,
esta vez antes que la primavera,
me sorprende abrigado de recuerdos,
de un ayer que se hace pesado.
Debo aprender a soltar cosas
si quiero caminar liviano,
debo tener en la memoria
sólo lo necesario.
Para no morir varado en el desierto
de las tormentas que arrecian con su fuego
todos mis antiguos pensamientos, aquellos
donde compartíamos el tiempo.
El invierno nos tuvo unidos,
abrazados ante el terrible frío,
parados ante el viento sur, peregrino
del continente helado como un signo.
Pero ahora hace calor y las hojas
comienzan a reverdecer en los árboles
que ya no están más dormidos, acaso
sea que la vida me dicta que siga
que así debe ser el olvido.
jueves, 27 de agosto de 2009
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