la estrella más lejana,
perdida en esa sublime
nebulosa apagada.
Ni tampoco la luna
que por sendas altas
camina serena, mansa,
al horizonte que calla.
Quizás, un ave extraña
recorra en la alborada
el cielo sin estrellas
como lo está tu alma.
Como esa mirada
que me deja sin consuelo;
tus ojos son el infierno
tan temido en mis versos.
Esa pesadilla mía
de sentir un gran vacío
es ahora la realidad
con la cual convivo.
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