Fue feliz soñando,
por fin lo había logrado,
el destino me sonreía
sincero, sin giros, claro.
El espejo no mentía;
quien estaba frente mío
era un hombre distinto
que se sentía más calmo.
La noche no era abismo
donde caía de lo más alto
hasta hacerme pedazos
contra duros peñascos.
Si no que iba a la luna
en vuelo sin sobresaltos,
custodiado de gorriones
cantando a mi lado.
Tocaba los sueños
de algodones blandos,
tan suaves que mis dedos
a veces les hacían daño.
Por supuesto todo
era todo por si acaso;
un remedo de ilusiones
que me había inventado.
Una burbuja de nada
que en nada se convertía,
nada era y esa ironía
es cotidiano desencanto.
Como si nada habría
para mí de este lado,
debe ser que mi estrella
lejana se ha quebrado.
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