Sin más que silencio
cruzaste la vieja puerta
hacía esa calle vacía
de la ausencia.
Ni palabras, ni miradas;
te fugaste de madrugada
entre las cosas sagradas
que más apreciaba.
Sin rastros, esperanzas,
te busco cada mañana
en los amaneceres
que te gustaban.
En las flores marchitas
que custodian la memoria
de lo que fuiste antes
y ahora es historia.
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