Imágenes
difusas,
una voz siempre
muda,
el calor de sus
manos,
una sonrisa
taciturna.
Son cosas que
poseo
como un tesoro
preciado,
escondido dentro
mío,
para que no haga
daño.
No lo miro
nunca
porque temo
quemarme
en ese extraño
fuego
que congela la
carne.
Es un rayo que
conservo
guardado para
que brille,
para que siempre
ilumine
lo poco que va
quedando.
Aunque no es
malo recordarte
no me lleva a
ningún lado;
te fuiste hace
demasiado tiempo,
ya no importa
como, ni cuando.
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