La luna tenía una estrella
muy pequeña como guía,
la seguía todas las noches
como su única compañía.
Brillaba tímidamente lejana
como una luciérnaga perdida
en un cielo muy profundo
de una noche que no termina.
A veces se escondía callada
en el horizonte sin prisa
como jugando con su aliada
un juego de cuando niñas.
Por momentos iluminaba
con una luz muy intensa,
otras veces se apagaba
como un oscuro planeta.
El tiempo siempre golpea
cuando menos se lo espera,
va lento, tiene paciencia,
sabe llegar a cualquiera.
Se llevó consigo la estrella
que se apagó de repente;
la luna ahora es vagabunda
en su soledad persistente.
Nadie sabe de semejante hecho,
nadie conoce los acontecimientos,
pero cualquier poeta ve el secreto
de sus lágrimas sin consuelo.
jueves, 27 de diciembre de 2012
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