como
si todo fuese alegría,
sin
fracasos, ni negativas,
sin
vanas esperas en la nada,
esa
nada que cubre mi vida.
El
sol se iba despacio
en
un ocaso que todo bendecía,
le
daba un aire como mágico
al
cielo que anochecía.
Las
estrellas brillaban,
parecían
leves campanillas
suspendidas
en el vacío
con
su dulce armonía.
Tu
mano tomada de la mía
era
ese signo que tanto quería
como
el hito, el presagio,
de
un amor sin medidas.
Tus
ojos me miraban
con
su abismo profundo
de
esa inmensa sabiduría
que
tienen las almas nobles,
las
personas bendecidas.
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