Aquella semana
comencé a añorarte,
no por una esperanza,
siquiera una promesa.
Simplemente la espera
llegó a mí temprano
un lunes al descubrir
la soledad del pasado.
Guardé hondo silencio
para escuchar tus pasos;
la puerta sin ninguna llave,
ni trabas, ni candados.
Como si fuera una señal,
algo que hemos pactado,
sabrás donde poder entrar,
donde estaré esperando.
Para conocerte de una vez,
hacer realidad mis sueños,
poder sentirme completo
contigo sonriendo.
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