las caras verdaderas
de la gente en las calles,
de las casas muy viejas.
Los árboles duermen
su sueño de gorriones
en sus pequeños nidos
de pura simpleza.
Inocente una gota
se desliza suavemente
por los bordes infinitos
de mi ventana abierta.
Veo como cae
silente, sin estruendos,
con la dulce entrega
de una vida hecha.
Es una con todo,
con el agua que se aleja
hasta la caída profunda
como una idea.
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