Para mi alegría,
para mi sorpresa,
he descubierto un don
dado por naturaleza.
Un poder acaso,
cual degradado héroe
con la virtud extraña
de carecer de magia.
Soy todo invisible
pero no como el viento,
que mece las hojas
un mes de enero.
Ni una sombra
de esas perturbadoras;
más como una ausencia,
un olvido sin tiempo.
O una luna errante
en cielos muy lejanos
donde no llega el ojo
de ningún navegante.
Me permite silente
ver todo el universo,
las caras de la gente,
sus pensamientos.
Saber como nadie
cosas que nadie sabe;
absurda sabiduría
tirada en la calle.
viernes, 25 de diciembre de 2015
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