ese antiguo espejo,
veo lo que no existe,
y lo que existe pierdo.
Me miro cara a cara
de frente conmigo mismo,
discuto en silencio acaso
con lo que nunca he sido.
Abrazo las sombras
que el sol eleva al cielo
como ángeles muy negros,
se me van así los sueños.
Rompo en mil pedazos
ese vidrio enmarcado
con mis propias manos,
río mientras sangro.
Me dejo caer despacio
entre las partes quebradas
de esa vida que no era mía,
del dolor que no buscaba.
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