de la oscuridad íntima,
donde el tiempo es apenas
un prisma donde se mezclan
todas las realidades mismas.
La materia rompe secuelas
y nada de lo pasado importa
porque todo siempre se reforma;
cada átomo cuántico se mueve
saltando tenazmente sus órbitas.
De ahí volvía, de esa maravilla
donde la vida es una sentencia
que tienen todas las estrellas,
donde empieza y acaso termina
la metáfora de la razón misma.
Volvía pero tal vez ese no era
aquel lugar del espacio tiempo
del cual había iniciado su partida
y nunca regresaba, sólo llegaba
a una nueva frontera prístina.
Siempre será un extranjero
donde quiera que se dirija,
a roto todas las riendas,
a quebrado las esferas
de universos y vidas.
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