Cae la tarde,
despacio, sin prisa,
deja irse al sol,
no hay despedida.
Las aves trinan
sus viejas melodías,
entre las ramas secas
de árboles sin vida.
La noche llega
con su luna dividida,
su brisa trae ecos
de lejanas poesías.
No hay estrellas
pues las nubes disipan
cuales altos fantasmas
todo con su llovizna.
No duermo mucho,
me quedo de rodillas
orándole al viento
tu aroma todavía.
Flor delicada
sin ninguna espina,
te llevo conmigo
en cada sonrisa.
En cada instancia
de esas decisivas
pues se nace y muere
un poco cada día.
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