De la montaña,
de lo más alto
bajas una tarde
de pies descalzos.
Caminas despacio,
no conoces el apuro,
ni las asperezas
de un carácter duro.
Todo es suave,
conducta, modales,
tienes la paciencia
de quien sabe.
Pero la gente
no sabe de buenos,
desconfía, lastima
sin medir nada.
Por eso ataca
de la peor manera,
nadie le importa
en su decadencia.
Así siempre pasa
que nadie es profeta
en ninguna tierra,
es su condena.
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